El arte en Nocturnal Animals

12 de mayo de 2017


Hace algunos años una amiga me dijo que las inauguraciones estaban muertas. Era una sentencia del tipo punk is dead, cruda pero real. Recientemente he visto una película que refleja esta idea, Nocturnal Animals, una producción de Focus Features.
El film comienza con el oppening de una exposición cuyas obras son enormes cuadros animados, al estilo de los que decoran el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería en Harry Potter. Glamurosas mujeres obesas muestran su desnudez mórbida mientras bailan de manera sensual. Pero el espectáculo carece de glamour y sensualidad, es una contradicción en la que el espectador queda atrapado de entrada.

Las bailarinas podrían parecer modernas Venus Esteatopigias si no estuviesen caracterizadas como mayorettes, con botas, guantes, sombreros y hombreras militares, haciendo twirling o agitando pompones como animadoras deportivas, ondeando banderas de Estados Unidos en un ambiente festivo de bengalas, purpurina y confeti. La cámara lenta recrea el desparpajo de la grasa flotando en el celuloide, nuestra mirada es capaz de percibir el descontrol del cuerpo abandonado a su suerte. Junto a los cuadros pantalla, en el centro de la sala, las modelos descansan sobre pedestales como animales abatidos después de una cacería. Es el culmen de la obra, la mujer objeto, arrojada a la jauría de miradas que buscan espectáculo.

El patetismo de las imágenes contrasta con el refinamiento y la elegancia del público, ajeno a lo que está sucediendo. Podría tratarse de un club nocturno en lugar de una sala de exposiciones, de una reunión de máscaras al estilo Eyes Wide Shut, o de cualquier escena de Saló o los 120 días de Sodoma. Un recurso nada novedoso, aunque su contexto sea el mundo del arte contemporáneo en una cosmopolita ciudad norteamericana. Homer Simpson lleva enseñándonos la barriga más de veinticinco años, y la aparente mordacidad de la serie de animación no es una crítica al american way of life, sino más bien una invitación a tomar hamburguesas delante de la tele. Eso es lo que muchas opiniones quieren ver en Animales Nocturnos, que el desencanto de Susan, la protagonista y próspera directora de la galería de arte, y los comentarios sobre las obras, son una reacción al “vacío de la sociedad contemporánea” y al arte del siglo XXI. “La obra tenía una fuerza increíble, era perfecta, con toda esa escoria de cultura en la que vivimos (…) Disfruta de lo absurdo de nuestro mundo, es mucho menos doloroso”, comenta uno de los personajes. Una declaración de principios.

Pero la misión del cine no es promover la crítica social, ni remover conciencias para cambiar la realidad, sino canalizar los impulsos del espectador hacia el lugar deseado. No en vano es uno de los más efectivos instrumentos de propaganda. Como se suele decir, el buen vendedor es quien te vende algo sin dar la sensación de haber querido vendértelo. Y es mejor aún el que además te hace creer que has elegido tú. Todo esto lo resume Avelina Lésper a propósito de “un colectivo de arte en Londres” que “hizo mil vaginas de papel para concientizar a las mujeres de que se sientan orgullosas de su cuerpo y no accedan a la mutilación femenina, en el colmo de la irresponsabilidad otra vez reducen a las mujeres a ser una vagina”. De eso se trata, de contestar reafirmando el discurso dominante. Pero se olvida generalmente que dicho discurso no está construido de abajo a arriba, sino en sentido contrario.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Procura que tu comentario esté relacionado con esta entrada y no olvides revisar la ortografía. Estás en tu perfecto derecho de comentar anónimamente, pero por favor, escribe con respeto y educación. Los comentarios que incumplan estas normas básicas serán eliminados. Gracias por comentar.